DE LA INVISIBILIDAD, Premio Ategua de novela, 2012
La vida en Venecia era muy dura, y cuando el acqua alta se adueñaba de las pisadas de la gente, cuando volvías a tu casa y observabas la comezón de la humedad en las paredes, pensabas que vivir se convertía en una vertiginosa caída, una vertiginosa podredumbre, y que harías lo que estuviera en tu mano por escapar del maleficio de la laguna, que harías lo posible por no ser un náufrago más dentro de la ciudad que naufraga, y que salir de allí, volar, a cualquier precio, estaría siempre plenamente justificado. Allí todo parecía irreal y distante, todo era compostura o disolución, brillo o podredumbre, saciedad o hambre. Allí no había lugar para los tonos pastel sino para los claroscuros, luz u oscuridad, pasión o indiferencia, fuego o agua, frío y disolución en las calles.
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